El evangelio según Raúl Vera: “No tenemos la bendición de Dios ni de la Virgen de Guadalupe siendo injustos con los migrantes”
Los hábitos de Raúl Vera se manchan a menudo de tierra y carbón, quién sabe cómo le hará luego para sacarle esos desteñidos negro tizón a los blanquísimos vestidos de dominico. Es más fácil verlo a pie por las minas de Coahuila que por los palacios del poder mexicano. Como obispo de Saltillo visitaba con costumbre aquella esquina del mundo a espaldas de la frontera, tan pobre y tan maltratada, donde para ganarse las tortillas hay que descender al subsuelo a rascar mineral. Cuando explotó la mina de Pasta de Conchos, allá por el 19 de febrero de 2006, fue a dar cristiano consuelo a los familiares de los 65 muertos. Aquello era jurisdicción de la diócesis de Piedras Negras, pero los tecnicismos le importaban poco. Y mira que el otro obispo le avisó: si no celebras la misa conmigo, no te molestes en aparecer. Pero, pobre de él, aquel sacerdote se había alejado de los caminos del señor por el pecado mortal de “estar del lado de la empresa”, Grupo México, en lugar de con los trabajadores, lamenta Vera. Así que se le ocurrió un truco, dice como niño travieso: al año del accidente, ofició una misa para las familias de los mineros a las puertas del pozo, pero no el día del aniversario, no, sino la noche anterior, a las 23.00. Claro, la liturgia se alargó hasta las dos de la madrugada y el de Piedras Negras se enfadó. “Tampoco me remordió la conciencia de nada”, se carcajeará Vera un par de décadas después.
Fuente: El País