El extraño final del feminicida de Iztacalco borra el rastro de más mujeres asesinadas: una caída, una intoxicación y un paro cardíaco

Familiares de víctimas de Miguel Cortés protestan afuera del edificio donde vivía en Ciudad de México, en abril de 2024.

Fue una simple y ridícula caída mientras dormía, según el primer informe. Un documento de la policía del pasado domingo daba parte de la muerte de Miguel Cortés, el presunto feminicida serial de Iztacalco, sin ninguna sentencia y antes de que empezara el primero de los muchos juicios que le esperaban. En las primeras horas de aquel día fue trasladado al hospital. Los médicos dictaminaron la muerte por una “intoxicación que derivó en paro cardíaco”. No especificaron cuál era la sustancia ni cómo llegó a su celda de aislamiento ni si la caída tenía algo que ver. Cortés apenas llevaba un año en prisión tras ser detenido el 16 de abril del año pasado, cuando la madre de su última víctima, una niña que vivía en su edificio, le encontró abusando de ella en su habitación. La niña murió asfixiada, la madre recibió varias puñaladas, pero él no pudo huir. Los agentes encontraron en su departamento huesos de mujeres, carnet de identidad de personas que llevaban años desaparecidas, diarios que describían con detalle los crímenes, sangre. Evidencias que apuntaban a toda una vida asesinando en impunidad.

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Mario Roblero y Cecilia González, padres de Amairany Roblero González, en Ciudad de México, en abril de 2024.

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